POESIA VIDA.
La mujer
llora y ríe.
Viene y sonríe sobre viejos tapices.
Duerme bajo la luz de los espejos
y renace y se crea.
Corzas ligeras cruzan por el valle,
y la mujer tejiendo sueños.
La mujer llora y ríe.
Se tiende bajo el alba, en las estrellas,
y se entrega sonriendo
cuando bajan los hombres a buscarla.
Qué oleadas de placer surcan su cuerpo abierto.
Cómo llega la entraña y la ilumina,
y el rostro duerme y anda.
Y silencio.
Y músculo dormido.
Por los ojos dormidos regresa la ternura.
Los días son y vienen para ella.
¿Qué podría esperar del junco inmóvil?
Absurdamente,
oscuramente
los labios regocijan el encuentro,
y la mujer retorna
y está junto a nosotros,
nos mira, nos descubre.
Por la piel nacen viejas fragancias retorcidas.
De qué raíz la savia purifica.
Integra, solitaria,
la mujer corre por las playas desiertas,
y el mar siempre retorna.
Ahora estamos frente a un velero roto;
ancladas naves cruzan por la noche;
y taladra el espacio
y gime la guitarra desprendida.
Por la mujer, por la mujer estamos
rompiendo esta fragancia,
quebrando caracoles,
retornando al abismo solamente.
Una mujer, un grito,
un brazo,
un río de peces imprevistos, sonoros,
y la garganta nace a nueva voz.
Igualmente
vivimos en espera, difundimos.
En días son violentos,
son y tienen forma de mujer.
Y apenas llega y alza los cabellos,
y apenas llega y salta desde siempre,
aquí estamos y somos.
La mujer nos rodea, fijamente.
Del agua acude.
El vendaval golpea, hiere, lastima.
Qué sabor de eternidad en la entrega deseada.
Alienta.
Golpea sobre remotas, iluminadas puertas.
La casa se abre bajo su voz,
la casa corre en sus pies,
la casa es un cinturón, una escoba,
un armario,
un vaso roto.
Y la mujer penetra,
lo va llenando todo,
lo ilumina.
Aquí de pronto está tranquilamente
y su mano acaricia un gato indómito,
y del fluido a la voz,
y de la voz al acto,
la mujer va cayendo,
se va deshilvanando
hasta el origen mismo de la sangre.
Llora y ríe, camina.
Desanuda los pasos lentamente.
Y un rostro de mujer emerge
de un alfiler, de un paño.
El pan florece entre sus senos;
tan descansadamente vienen los niños a su encuentro.
Y de pronto
corre, y es una sombra,
un hilo desangrado.
Viene y alza el olvido, se descalza.
Se penetra en la voz de las angustias.
Ansiosamente
árboles surcan; caballos poderosos
derriban las hogueras.
Y la mujer nos viene persiguiendo,
lo va llenando todo,
lo ilumina.
Viene y sonríe sobre viejos tapices.
Duerme bajo la luz de los espejos
y renace y se crea.
Corzas ligeras cruzan por el valle,
y la mujer tejiendo sueños.
La mujer llora y ríe.
Se tiende bajo el alba, en las estrellas,
y se entrega sonriendo
cuando bajan los hombres a buscarla.
Qué oleadas de placer surcan su cuerpo abierto.
Cómo llega la entraña y la ilumina,
y el rostro duerme y anda.
Y silencio.
Y músculo dormido.
Por los ojos dormidos regresa la ternura.
Los días son y vienen para ella.
¿Qué podría esperar del junco inmóvil?
Absurdamente,
oscuramente
los labios regocijan el encuentro,
y la mujer retorna
y está junto a nosotros,
nos mira, nos descubre.
Por la piel nacen viejas fragancias retorcidas.
De qué raíz la savia purifica.
Integra, solitaria,
la mujer corre por las playas desiertas,
y el mar siempre retorna.
Ahora estamos frente a un velero roto;
ancladas naves cruzan por la noche;
y taladra el espacio
y gime la guitarra desprendida.
Por la mujer, por la mujer estamos
rompiendo esta fragancia,
quebrando caracoles,
retornando al abismo solamente.
Una mujer, un grito,
un brazo,
un río de peces imprevistos, sonoros,
y la garganta nace a nueva voz.
Igualmente
vivimos en espera, difundimos.
En días son violentos,
son y tienen forma de mujer.
Y apenas llega y alza los cabellos,
y apenas llega y salta desde siempre,
aquí estamos y somos.
La mujer nos rodea, fijamente.
Del agua acude.
El vendaval golpea, hiere, lastima.
Qué sabor de eternidad en la entrega deseada.
Alienta.
Golpea sobre remotas, iluminadas puertas.
La casa se abre bajo su voz,
la casa corre en sus pies,
la casa es un cinturón, una escoba,
un armario,
un vaso roto.
Y la mujer penetra,
lo va llenando todo,
lo ilumina.
Aquí de pronto está tranquilamente
y su mano acaricia un gato indómito,
y del fluido a la voz,
y de la voz al acto,
la mujer va cayendo,
se va deshilvanando
hasta el origen mismo de la sangre.
Llora y ríe, camina.
Desanuda los pasos lentamente.
Y un rostro de mujer emerge
de un alfiler, de un paño.
El pan florece entre sus senos;
tan descansadamente vienen los niños a su encuentro.
Y de pronto
corre, y es una sombra,
un hilo desangrado.
Viene y alza el olvido, se descalza.
Se penetra en la voz de las angustias.
Ansiosamente
árboles surcan; caballos poderosos
derriban las hogueras.
Y la mujer nos viene persiguiendo,
lo va llenando todo,
lo ilumina.
(José Joaquín Burgos)
Hola Ninfa.
ResponderEliminarDescribes el sentimiento mezclado de la mujer, la de syer, hoy y siempre.
Bello poema.
Un abrazo.
Ambar
Hola preciosa Ninfa.
ResponderEliminarDesapareciste por un tiempo.
Me alegra tu regreso, paso desde tu propio comentario, bloger anda un tanto desosrdenado, un abrazote grande.
Ambar
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarMuchas gracias AMBAR. Un besote grande.
ResponderEliminarNo conocía este poema.
ResponderEliminarEs muy bueno.
Espero que todo te vaya muy bien.
Besos.
Has elegido una poesía que me encanta...
ResponderEliminarUn beso
:)
ResponderEliminarMuackkkkkkkkkkkk
Gracias Ninfa por compartir esta belleza de poema.
ResponderEliminarLa mujer es un todo completo a la vez.
Estos días me aventuré a visitar en lo que las fuerzas me lo han permitido para agradecer vuestro cariño y apoyo siempre.
Pero esta semana no he podido, mis fuerzas flaquean un poco, pero seguiré visitando.
Paso por una mejoría transitoria, con una aceptación de lo que la vida nos depara, aún queda un largo camino que recorrer y convivir con lo que llevo dentro es lo me queda por el resto del tiempo.
Poco a poco llegaré a saludar a todos.
Un abrazo.
Ambar
Veo que ya te había comentado, es que es preciosa.
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